Como la mayoría de los jóvenes que acaban de cumplir
la mayoría de edad, Josie y yo sentíamos tener el mundo a nuestros pies y más aún…
nos creíamos merecedores de todo lo que queríamos. Y posiblemente así era.
Físicamente e intelectualmente estábamos en nuestro
mejor momento. Cuidábamos nuestro físico, nuestra salud y la gente que nos rodeaba
nos consideraba personas muy interesantes. Siempre había alguien tratando de
“ligar” con nosotros, ya fueran chicos o chicas (esto aplicaba con ambos).
Por lo general cuando salíamos juntos a algún antro
(centro nocturno, disco, bar) no faltaba quien se acercara a tratar de
“sacarnos platica”, ofrecernos algún trago e invitarnos a salir. Obviamente nos
hacíamos del rogar y como los chicos decentes que éramos rara vez aceptábamos
la oferta de un trago. Uno nunca sabe que cosas puede poner un desconocido en
una bebida.
Aunque Josie y yo estudiamos en la misma Universidad
lo hicimos en carreras distintas. Aun así nos encontrábamos casi todos los días
y por las tardes compartíamos la clase de inglés con cierto profesor del cual
hablare después. En fin, el punto es que fue ahí mismo, en la universidad donde
conocimos a Roberto.
Roberto era un chico un tanto delicado pero muy guapo.
Bueno, no era guapo… era lindo. Delgado, cuerpo marcado (atlético), bajito,
blanco, ojos marrón, cabello castaño y despeinado y, aunque no se vestía muy
bien la verdad tenía un “no sé qué” que lo volvía sensual hasta cierto punto.
Cierto día, Josie me contó que había tenido una cita
con Roberto y que ahora no se lo podía quitar de encima. Que este chico quería
estar con ella todo el día y, para ella, siendo una chica tan fría,
independiente y sarcástica, resultaba un tanto difícil el soportar el amoroso,
dulce, romántico y obsesivo carácter de Roberto. Mi amiga no sabía cómo decirle
a Roberto que quería un poco más de espacio así que utilizo su plan B… comenzó
a invitarme a salir con ellos. Así es, comenzamos a salir los tres juntos a
todos lados. ¿Por qué acepte? Bueno, Josie y yo hacíamos de todo juntos… casi
todo. Nunca habíamos compartido a un chico y siendo sinceros mi “radar gay” se
encendía un poco cuando Roberto estaba cerca. No confundan, no tendríamos un
trió… eso sería imposible. Que ella y yo tuviéremos relaciones sería como
masturbarse frente al espejo o algo así. Siempre la he considerado mi
contraparte femenina.
En fin. Comenzamos a salir los tres a todas partes (al
cine, café, bares, películas en casa, etc.) y la verdad la pasábamos bien…
menos cuando comenzaban a besarse y yo tenía que jugar con mi celular y en ese
momento no había aplicaciones como hoy en día. En una ocasión, nos dirigíamos
los tres rumbo a la casa de Roberto a dejarlo (yo conducía, Josie iba en el
asiento del copiloto y Roberto en el asiento trasero) y cuando estábamos por
llegar Josie volteó hacia atrás y Roberto la besó… después dijo una frase de la
cual hasta el día de hoy Josie y yo seguimos riendo: “No seas joto y bésame”.
¿Qué fue lo que hice? Pues como estábamos detenidos en el semáforo me voltee
hacia él y nos besamos.
Fue rico, fue sexy, divertido… y a Josie le encantó.
Mi primer beso homosexual.
Cuando por fin lo dejamos en su casa y nos quedamos
solos (Josie y yo) hablamos tanto de ello. De lo sensual que fue el besar los
mismos labios. No era algo retorcido… simplemente un “jueguillo sensual”.
Pasaron los días y Roberto y yo seguíamos en este
juego homoerótico donde él aseguraba ser “cien por ciento heterosexual” (otra
frase de la cual seguimos haciendo mofa). Incluso, un día me confesó que un
amigo gay le había practicado sexo oral ya que según aseguraba tenía “un pene
muy bonito”. Siendo sinceros, yo siempre quise ver su pene, aunque lo más que
me mostró fue su vello púbico y, en una ocasión, mientras veíamos una película
los tres juntos en casa de su tía, fue a la habitación de su primito de ocho
años, se desnudó y se puso únicamente un “short” (o pantaloncillo corto) de
licra que no dejaba mucho de a la imaginación y nos presumió su cuerpo
finamente esculpido.
¿Cómo termino todo? Bueno, con el paso de las semanas
el tipo se comenzó a volver demasiado obsesivo. Quería acostarse con Josie y
ella (a pesar del jugueteo) no estaba lista para hacerlo con él… y fue una
decisión acertada ya que el chico resultó ser de esos que se reúnen a jugar
futbol con los amigos y platican lo que hacen o no hacen con una chica.
Poco a poco comenzamos a excluirlo de las salidas y a
evitarlo, hasta que un día Josie le dijo que creía que “estaban en momentos
distintos de la vida” y que creía que lo mejor era dejar de salir.
- ¿Estás terminando conmigo? –
preguntó él.
- Nunca anduvimos realmente – dijo
ella.
- Entonces, ¿jugaste conmigo?
- іClaro que no! – Respondió Josie –
Nunca lo haría. Simplemente creo que esto no va a funcionar.
Ella se libró de un obsesivo que a la segunda cita
pidió permiso a los padres de ella para salir formalmente (sin que ella
quisiera salir formalmente con él), él le dijo a todos que se habían acostado,
que ella era una fiera en la cama pero la dejó porque él sentía que ella solo jugaba
con los hombres. Por mi parte, me quedé con la duda de si en verdad la tenía
tan “bonita” como decía.
Nos dejó de hablar. Un año después dejo la universidad
y se casó con una mujer casi diez años mayor que él. Me sentí culpable durante
un corto periodo de tiempo.