¿Cuántas veces tras cortarnos un dedo y sentir el
punzante dolor de la herida pensamos: “desearía no haber usado ese cuchillo”? Pues,
sobrevivir día a día a su ausencia es muy similar.
He dado miles de vueltas a mi mente en estos días en
que él ha estado lejos. En especial al último año y no dejo de hacerme las
mismas preguntas: ¿Qué sucedió? ¿Por qué permitimos que eso sucediera? ¿Cómo
fue posible que nos permitiéramos hacer esto? ¿Por qué darle tanta importancia
a pequeñeces cuando lo verdaderamente importante era el estar juntos, amarnos y
apoyarnos? ¿Por qué reaccioné o reaccionó así? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Estos días han sido días de autodescubrimiento. El
entender qué me orillaba a actuar de la manera exactamente opuesta a como
realmente creía ser. Pude comprender de dónde venían esos molestos sentimientos
llamados celos, pude comprender el porqué de su inseguridad ante el irrefutable
hecho de su homosexualidad y pude
comprender que él debió ser más consciente al igual que yo debí ser más
paciente.
Dos días después de mi caída al precipicio llegó a mi
vida una persona que sé que se convertirá en pieza clave en mi historia. Su
nombre: Samara… mi terapeuta. Una agradable mujer homosexual, que me entiende,
entiende mi mente y lo entiende a él, a Ernesto. Ella me hizo comprender que
los problemas que nos aquejaron durante tanto tiempo no fueron exclusivamente
nuestros sino que son los más comunes en parejas del mismo sexo. Y no es que lo
esté culpando a él o que yo asuma la responsabilidad de los acontecimientos
(casi nunca), es solo que según Samara, el hecho de que uno de los integrantes
de la relación esté listo para “salir del closet” y el otro no, genera miedos
en el que está preparado. Incluso, me dio ejemplos de situaciones comunes en
este tipo de relaciones que me sonaron muy familiares. En especial las frases:
-“¿Ya
le hablaste sobre mía tus amigos?”
- “¿Al
menos saben que existo?”
- “¿Saben
que estás en una relación?”
- “Si
no vas a decirles que eres gay, al menos dales entender que estas con alguien.”
Y ante la negativa, las consecuentes:
- “¿De
verdad no estas con alguien más?”
- “¿Cómo
puedo estar seguro que no harás determinada cosa?”
- “No
quiero que estés con esta o aquella persona.”
Y claro, las inevitables reacciones como la que vino a
rematar todo esto.
- No
te estoy juzgando – dijo Samara – Tampoco estoy culpándolo a él. Está claro que
lo que hiciste estuvo mal, pero tienes que entender que solo actuaste como lo
hubiera hecho cualquier persona en tu situación.
- Pero
no solo fue malo, fue horrible. Me avergüenzo de haberlo hecho – le dije.
- Claro
– respondió – pero sé consiente de la situación. Tú no solo sentiste que el
ciclo se repetía, sino que sentiste que de nuevo te estaba mintiendo. No es
justificación a lo que hiciste, simplemente te ayudo a entender por qué
actuaste así. La mayoría de mis pacientes son parejas del mismo sexo y créeme
que esto no es un problema de pocos. Pasa muy seguido, incluso me llego a pasar
a mí en algún momento.
- ¿De
verdad? – pregunté.
- ¡Claro!
Mi actual novia esta renuente a “salir del closet” porque tiene una hija
pequeña y la usa como pretexto o escudo para aferrarse a su “inexistente heterosexualidad”.
A mí me incomoda la idea de que cuando está con sus amigas no contesta si le
llamo o me apaga el celular.
- ¿Y
qué haces para estar bien?
- Bueno
– dijo ella – la amo. Y la mejor manera de arreglar estos problemas es siendo
paciente. Hacerle saber que el problema no es que salga con las amigas ni
tampoco presionarla para que “salga del closet”. Lo que hay que hacer es
respirar, pensar en lo mucho que le amas y hacerle saber tranquilamente que esa
situación te incomoda y que pueden juntos o separados, tomar una terapia no
para que “salga del closet”, sino para que enfrente sus problemas y miedos y
que éstos no se vuelvan contra la relación.
- Yo
lo que quiero es una nueva oportunidad con él para darnos esa relación que los
dos queremos y merecemos. Porque estoy seguro que él me ama así como yo a él –
dije.
- Bueno,
háblalo con él. Hazle saber los pasos que estás dando en tu vida porque, lo
crean o no, este paso que diste de tomar terapia para ser mejor como persona
para ti, por ti y después para ser mejor novio para él no cualquiera lo da.
Invítalo a una sesión de terapia. Si no quiere venir como paciente al menos
como “espectador”.
- No
creo que vaya a querer venir – respondí.
- Entonces
trabajemos tú y yo en esas cosas que tienes que solucionar para que así, cuando
se dé el momento lo puedan volver a intentar.
Luego de esa sesión salí muy satisfecho. El haber
entendido por qué él reaccionaba así ante cosas que para mí eran tan sencillas.
El porqué de su miedo. Saber que mis celos, mi comportamiento no era patológico
y que tenía solución. Todo esto me dio las herramientas suficientes para decir:
¡Lo amo! Estaré bien y luchare por él.
Antes de abandonar el consultorio Samara me abrazo y
me dijo algo que no ha salido de mi mente un solo momento:
- El amor no se encuentra debajo de una piedra – dijo –
conocemos gente; hermanos, primos, vecinos, padres, etc. que viven en una
relación en la cual no están enamorados de la otra persona. Esa persona por la
que sienten magia. Si encuentras una persona que te haga vibrar, no importa
cuántos problemas hayan pasado, aférrate a ello y cree que siempre habrá una
solución. Lucha por ese amor.
Toda esa motivación me dio el valor para llamarle y
pedirle que nos viéramos y habláramos sobre la situación… no sabía que la
situación era muy diferente a lo que yo pensaba. Él ya había tomado sus propias
decisiones con respecto a nosotros.
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