jueves, 7 de febrero de 2013

- La Bruja, la Mosca y el Hetero -


Como la mayoría de los jóvenes que acaban de cumplir la mayoría de edad, Josie y yo sentíamos tener el mundo a nuestros pies y más aún… nos creíamos merecedores de todo lo que queríamos. Y posiblemente así era.
Físicamente e intelectualmente estábamos en nuestro mejor momento. Cuidábamos nuestro físico, nuestra salud y la gente que nos rodeaba nos consideraba personas muy interesantes. Siempre había alguien tratando de “ligar” con nosotros, ya fueran chicos o chicas (esto aplicaba con ambos).
Por lo general cuando salíamos juntos a algún antro (centro nocturno, disco, bar) no faltaba quien se acercara a tratar de “sacarnos platica”, ofrecernos algún trago e invitarnos a salir. Obviamente nos hacíamos del rogar y como los chicos decentes que éramos rara vez aceptábamos la oferta de un trago. Uno nunca sabe que cosas puede poner un desconocido en una bebida.
Aunque Josie y yo estudiamos en la misma Universidad lo hicimos en carreras distintas. Aun así nos encontrábamos casi todos los días y por las tardes compartíamos la clase de inglés con cierto profesor del cual hablare después. En fin, el punto es que fue ahí mismo, en la universidad donde conocimos a Roberto.
Roberto era un chico un tanto delicado pero muy guapo. Bueno, no era guapo… era lindo. Delgado, cuerpo marcado (atlético), bajito, blanco, ojos marrón, cabello castaño y despeinado y, aunque no se vestía muy bien la verdad tenía un “no sé qué” que lo volvía sensual hasta cierto punto.
Cierto día, Josie me contó que había tenido una cita con Roberto y que ahora no se lo podía quitar de encima. Que este chico quería estar con ella todo el día y, para ella, siendo una chica tan fría, independiente y sarcástica, resultaba un tanto difícil el soportar el amoroso, dulce, romántico y obsesivo carácter de Roberto. Mi amiga no sabía cómo decirle a Roberto que quería un poco más de espacio así que utilizo su plan B… comenzó a invitarme a salir con ellos. Así es, comenzamos a salir los tres juntos a todos lados. ¿Por qué acepte? Bueno, Josie y yo hacíamos de todo juntos… casi todo. Nunca habíamos compartido a un chico y siendo sinceros mi “radar gay” se encendía un poco cuando Roberto estaba cerca. No confundan, no tendríamos un trió… eso sería imposible. Que ella y yo tuviéremos relaciones sería como masturbarse frente al espejo o algo así. Siempre la he considerado mi contraparte femenina.
En fin. Comenzamos a salir los tres a todas partes (al cine, café, bares, películas en casa, etc.) y la verdad la pasábamos bien… menos cuando comenzaban a besarse y yo tenía que jugar con mi celular y en ese momento no había aplicaciones como hoy en día. En una ocasión, nos dirigíamos los tres rumbo a la casa de Roberto a dejarlo (yo conducía, Josie iba en el asiento del copiloto y Roberto en el asiento trasero) y cuando estábamos por llegar Josie volteó hacia atrás y Roberto la besó… después dijo una frase de la cual hasta el día de hoy Josie y yo seguimos riendo: “No seas joto y bésame”. ¿Qué fue lo que hice? Pues como estábamos detenidos en el semáforo me voltee hacia él y nos besamos.
Fue rico, fue sexy, divertido… y a Josie le encantó. Mi primer beso homosexual.
Cuando por fin lo dejamos en su casa y nos quedamos solos (Josie y yo) hablamos tanto de ello. De lo sensual que fue el besar los mismos labios. No era algo retorcido… simplemente un “jueguillo sensual”.
Pasaron los días y Roberto y yo seguíamos en este juego homoerótico donde él aseguraba ser “cien por ciento heterosexual” (otra frase de la cual seguimos haciendo mofa). Incluso, un día me confesó que un amigo gay le había practicado sexo oral ya que según aseguraba tenía “un pene muy bonito”. Siendo sinceros, yo siempre quise ver su pene, aunque lo más que me mostró fue su vello púbico y, en una ocasión, mientras veíamos una película los tres juntos en casa de su tía, fue a la habitación de su primito de ocho años, se desnudó y se puso únicamente un “short” (o pantaloncillo corto) de licra que no dejaba mucho de a la imaginación y nos presumió su cuerpo finamente esculpido.
¿Cómo termino todo? Bueno, con el paso de las semanas el tipo se comenzó a volver demasiado obsesivo. Quería acostarse con Josie y ella (a pesar del jugueteo) no estaba lista para hacerlo con él… y fue una decisión acertada ya que el chico resultó ser de esos que se reúnen a jugar futbol con los amigos y platican lo que hacen o no hacen con una chica.
Poco a poco comenzamos a excluirlo de las salidas y a evitarlo, hasta que un día Josie le dijo que creía que “estaban en momentos distintos de la vida” y que creía que lo mejor era dejar de salir.

- ¿Estás terminando conmigo? – preguntó él.
- Nunca anduvimos realmente – dijo ella.
- Entonces, ¿jugaste conmigo?
- іClaro que no! – Respondió Josie – Nunca lo haría. Simplemente creo que esto no va a funcionar.

Ella se libró de un obsesivo que a la segunda cita pidió permiso a los padres de ella para salir formalmente (sin que ella quisiera salir formalmente con él), él le dijo a todos que se habían acostado, que ella era una fiera en la cama pero la dejó porque él sentía que ella solo jugaba con los hombres. Por mi parte, me quedé con la duda de si en verdad la tenía tan “bonita” como decía.
Nos dejó de hablar. Un año después dejo la universidad y se casó con una mujer casi diez años mayor que él. Me sentí culpable durante un corto periodo de tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario