jueves, 7 de febrero de 2013

- La Bruja, la Mosca y el Hetero -


Como la mayoría de los jóvenes que acaban de cumplir la mayoría de edad, Josie y yo sentíamos tener el mundo a nuestros pies y más aún… nos creíamos merecedores de todo lo que queríamos. Y posiblemente así era.
Físicamente e intelectualmente estábamos en nuestro mejor momento. Cuidábamos nuestro físico, nuestra salud y la gente que nos rodeaba nos consideraba personas muy interesantes. Siempre había alguien tratando de “ligar” con nosotros, ya fueran chicos o chicas (esto aplicaba con ambos).
Por lo general cuando salíamos juntos a algún antro (centro nocturno, disco, bar) no faltaba quien se acercara a tratar de “sacarnos platica”, ofrecernos algún trago e invitarnos a salir. Obviamente nos hacíamos del rogar y como los chicos decentes que éramos rara vez aceptábamos la oferta de un trago. Uno nunca sabe que cosas puede poner un desconocido en una bebida.
Aunque Josie y yo estudiamos en la misma Universidad lo hicimos en carreras distintas. Aun así nos encontrábamos casi todos los días y por las tardes compartíamos la clase de inglés con cierto profesor del cual hablare después. En fin, el punto es que fue ahí mismo, en la universidad donde conocimos a Roberto.
Roberto era un chico un tanto delicado pero muy guapo. Bueno, no era guapo… era lindo. Delgado, cuerpo marcado (atlético), bajito, blanco, ojos marrón, cabello castaño y despeinado y, aunque no se vestía muy bien la verdad tenía un “no sé qué” que lo volvía sensual hasta cierto punto.
Cierto día, Josie me contó que había tenido una cita con Roberto y que ahora no se lo podía quitar de encima. Que este chico quería estar con ella todo el día y, para ella, siendo una chica tan fría, independiente y sarcástica, resultaba un tanto difícil el soportar el amoroso, dulce, romántico y obsesivo carácter de Roberto. Mi amiga no sabía cómo decirle a Roberto que quería un poco más de espacio así que utilizo su plan B… comenzó a invitarme a salir con ellos. Así es, comenzamos a salir los tres juntos a todos lados. ¿Por qué acepte? Bueno, Josie y yo hacíamos de todo juntos… casi todo. Nunca habíamos compartido a un chico y siendo sinceros mi “radar gay” se encendía un poco cuando Roberto estaba cerca. No confundan, no tendríamos un trió… eso sería imposible. Que ella y yo tuviéremos relaciones sería como masturbarse frente al espejo o algo así. Siempre la he considerado mi contraparte femenina.
En fin. Comenzamos a salir los tres a todas partes (al cine, café, bares, películas en casa, etc.) y la verdad la pasábamos bien… menos cuando comenzaban a besarse y yo tenía que jugar con mi celular y en ese momento no había aplicaciones como hoy en día. En una ocasión, nos dirigíamos los tres rumbo a la casa de Roberto a dejarlo (yo conducía, Josie iba en el asiento del copiloto y Roberto en el asiento trasero) y cuando estábamos por llegar Josie volteó hacia atrás y Roberto la besó… después dijo una frase de la cual hasta el día de hoy Josie y yo seguimos riendo: “No seas joto y bésame”. ¿Qué fue lo que hice? Pues como estábamos detenidos en el semáforo me voltee hacia él y nos besamos.
Fue rico, fue sexy, divertido… y a Josie le encantó. Mi primer beso homosexual.
Cuando por fin lo dejamos en su casa y nos quedamos solos (Josie y yo) hablamos tanto de ello. De lo sensual que fue el besar los mismos labios. No era algo retorcido… simplemente un “jueguillo sensual”.
Pasaron los días y Roberto y yo seguíamos en este juego homoerótico donde él aseguraba ser “cien por ciento heterosexual” (otra frase de la cual seguimos haciendo mofa). Incluso, un día me confesó que un amigo gay le había practicado sexo oral ya que según aseguraba tenía “un pene muy bonito”. Siendo sinceros, yo siempre quise ver su pene, aunque lo más que me mostró fue su vello púbico y, en una ocasión, mientras veíamos una película los tres juntos en casa de su tía, fue a la habitación de su primito de ocho años, se desnudó y se puso únicamente un “short” (o pantaloncillo corto) de licra que no dejaba mucho de a la imaginación y nos presumió su cuerpo finamente esculpido.
¿Cómo termino todo? Bueno, con el paso de las semanas el tipo se comenzó a volver demasiado obsesivo. Quería acostarse con Josie y ella (a pesar del jugueteo) no estaba lista para hacerlo con él… y fue una decisión acertada ya que el chico resultó ser de esos que se reúnen a jugar futbol con los amigos y platican lo que hacen o no hacen con una chica.
Poco a poco comenzamos a excluirlo de las salidas y a evitarlo, hasta que un día Josie le dijo que creía que “estaban en momentos distintos de la vida” y que creía que lo mejor era dejar de salir.

- ¿Estás terminando conmigo? – preguntó él.
- Nunca anduvimos realmente – dijo ella.
- Entonces, ¿jugaste conmigo?
- іClaro que no! – Respondió Josie – Nunca lo haría. Simplemente creo que esto no va a funcionar.

Ella se libró de un obsesivo que a la segunda cita pidió permiso a los padres de ella para salir formalmente (sin que ella quisiera salir formalmente con él), él le dijo a todos que se habían acostado, que ella era una fiera en la cama pero la dejó porque él sentía que ella solo jugaba con los hombres. Por mi parte, me quedé con la duda de si en verdad la tenía tan “bonita” como decía.
Nos dejó de hablar. Un año después dejo la universidad y se casó con una mujer casi diez años mayor que él. Me sentí culpable durante un corto periodo de tiempo.

viernes, 1 de febrero de 2013

- Agustín (Tercera Parte) -



De una forma o de otra he salido con este chico por algunas semanas.
Agustín y yo hemos formado, por decirlo de alguna manera, una gran dupla. Hemos visitado el cine en un par de ocasiones, hemos ido a restaurantes que jamás habíamos pisado e incluso visitamos el teatro para una presentación de danza folclórica muy interesante. Juntos hemos reído y compartido cosas muy personales a lo largo de estas semanas. ¿Cuánto tiempo ha sido? No lo sé… quizá este chico me esté haciendo perder la cabeza de alguna forma.
Al principio me daba un poco de miedo. Creí que pasaría más tiempo para que llegara a sentir interés en otra persona. Sin embargo, el interés que muestro por Agustín es sorprendente. Claro, aún hay cosas que no me encantan y en ocasiones no logro entenderlo. También ha habido veces en que lo he odiado.
Una de las cosas que más me desconcierta de este chico es su volatilidad. Si, considero que es una persona volátil y creo que la mayoría de sus “vicios” son secuelas de su pasada relación. No lo juzgo, yo mismo debo tener secuelas de mi relación con Edgardo. Aun así, me intriga… ¡no! más que intrigarme me desconcierta, es el hecho de que en ocasiones parece no tener interés alguno en mi mientras que algunas otras siento como si esto fuera ya una relación.
Como mucha gente sabe, soy una persona fría y sarcástica la mayor parte del tiempo. Él me dice que soy “seco” con él en ocasiones… sin embargo he sentido que cuando comienzo a portarme lindo o “cursi” él actúa de manera diferente. ¿Qué sucede? ¿Vamos a basar nuestra futura relación, si llegamos a tenerla, en un constante “estira y afloja” emocional? Yo espero que no… ya no estoy para esos trotes. Quiero estar con alguien que, si decido “abrir” mi lado romántico sea capaz de serlo también. Soy del tipo de hombre que sorprende a su pareja con una carta o una rosa sin que lo espere… ¡cortejo a la antigua!
Ayer, por ejemplo, me hablaba sobre sus “admiradores” o gente que ha mostrado interés en él y, cuando comenzaba a plantearme el hecho de que quizá solamente salíamos como amigos o que seriamos conocidos como ese par de chicos que eternamente trataban de tener una relación sin dar realmente el primer paso y que nos presentaríamos mutuamente como: un amigo, me preguntó qué haríamos para festejar el catorce de febrero.
Si, éste chico me vuelve loco en ocasiones. Y sí, me he planteado si es realmente sano el que formemos una relación… pero hasta no probar no sabremos si funcionaremos o no.
¿se atreverá a dar el paso?

sábado, 26 de enero de 2013

- Lista de obsesiones: Darren Criss -


Darren Everett Criss, conocido simplemente como Darren Criss, es un cantautor, actor de cine, teatro y televisión nacido en San Francisco California el 5 de febrero de 1987. Su actual popularidad se debe, principalmente a su interpretación del personaje Blaine Anderson en la serie estadounidense Glee.

Es uno de esos “chicos buenos” que te gustaría que fuera malo… muy malo jaja Y con esos ojos que se carga debo admitir, sinceramente, que hace tiempo le he dado la cordial bienvenida a mi lista personal de obsesiones.

¡Disfrútenlo!











Y si, quizá estas no sean las mejores fotos... pero si son las que más me gustan :) Buen sábado a todos.

- Identidad -


Cuando él me hablo sobre mi “identidad”. El “recuperar lo que yo era cuando nos conocimos… al chico del que se enamoró”, movió muchas cosas dentro de mí. Me hizo plantearme si de verdad había cambiado tanto, dejado viejas costumbres, algunos amigos… si de verdad había perdido mi identidad.

Como lo mencioné en algún momento, soy profesor de preparatoria. Y, cierta ocasión, algunos días después del "día cero", sucedió algo que bien pudo ser una coincidencia… pero yo preferí tomarlo como señal.

Salía de mi última clase del día y bajaba las escaleras pensando en esa cuestión referente a la identidad. ¿En verdad había perdido mi identidad? Le pedía a Dios, al Universo, a las energías o a lo que fuera que me ayudara a retomar el camino y a encontrar mi identidad si de verdad la había perdido cuando, de pronto llega una ex alumna y…

-          Maestro – se acerca a mí extendiendo un pequeño objeto en su mano derecha.
-          ¿Qué pasa? – pregunte un tanto distraído.

En ese momento veo que lo que me entregaba no era otra cosa más que una vieja identificación mía. La primera credencial que tuve como docente al comenzar a dar clases.

-          La perdió hace mucho y yo la encontré pero no había podido regresársela.
-          Gracias – dije – más vale tarde que nunca.

La verdad es que efectivamente se trataba de una credencial que yo había perdido hacía más de dos años atrás. Y no sé si se trató o no de una señal, pero para mí fue como un: estás haciendo las cosas bien, así que comenzaras a tener las respuestas que necesitas. Asi que desde ese día siempre cargo conmigo mi vieja credencial que me recuerda que jamás debo dejar de ser yo mismo.

viernes, 25 de enero de 2013

- El Sueño -


Los sueños son manifestaciones mentales de imágenes, sonidos, pensamientos y sensaciones en un individuo durmiente y normalmente relacionadas con la realidad. Para la psicología, los sueños son estímulos esencialmente anímicos que representan manifestaciones de fuerzas psíquicas que durante la vigilia se hallan impedidas de desplegarse libremente. Soñar es un proceso mental involuntario en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria, generalmente relacionada con experiencias vividas por el soñante el día anterior. Los recuerdos que se mantienen al despertar pueden ser simples (una imagen, un sonido, una idea, etcétera) o muy elaborados. Los sueños más elaborados contienen escenas, personajes, escenarios y objetos.
En muchas culturas se atribuye un valor profético al sueño, concebido como un mensaje cifrado de origen divino que es necesario desentrañar. Para el psicoanálisis es importante distinguir en los sueños el contenido manifiesto y el contenido latente.


Hace un par de días volví a soñar a mi ex pareja. Si, a Edgardo. Solo que en esta ocasión el sueño fue un tanto… diferente.
Todo se desarrolló en tonos sepia. Edgardo y yo íbamos sentados sobre una antigua carreta tirada por caballos (nuestras ropas no eran antiguas, pero sí muy elegantes).

- Te extraño – le decía yo, tomando su mano y viéndolo a los ojos – me da mucho gusto que me hayas llamado. Quiero que nos demos una nueva oportunidad…

En este punto me di cuenta que en realidad no sentía lo que le estaba diciendo en el sueño. Dentro del sueño me interrogue a mí mismo el por qué le decía tales cosas si realmente no las sentía.

- No quiero regresar – interrumpió mi meditación con los ojos llenos de lágrimas – Estoy en una muy buena etapa y aunque sé que no hice las cosas bien al final tu sabes lo mucho que te aprecio.
- Si – respondí – realmente pienso igual. Tampoco quiero que regresemos, no sé porque te estaba diciendo esas cosas.
- ¿En verdad no deseas que regresemos? – Me cuestionó.
- No, realmente no quiero regresar. Al principio me dolió mucho que me dejaras… y más aún que me dejaras de esa manera pero, ¿sabes? Me di cuenta que nuestra relación ya no daba para más. No estábamos bien. ¿Cómo queríamos vivir juntos?
- ¿Hay alguien más? – preguntó.
- Si, conocí a alguien más. Es un gran muchacho, me hace reír mucho, es muy noble y tenemos tanto en común. Creí que jamás encontraría a alguien por quién sentirme así nuevamente, y sé que quizá es muy rápido… pero me siento tan bien estando con él.
- Me da mucho gusto que te hayas dado la oportunidad de conocer a alguien más. Yo sabía que no tardarías en encontrar a alguien. ¿sabías que lo mío con la persona por la que te dejé no funcionó? Pensé en buscarte pero me di cuenta que solo seguiríamos haciéndonos daño.

Al tiempo que me dijo eso me di cuenta que comenzábamos a llegar a un gran parque solitario. Un parque muy al estilo del Central Park de Nueva York. A distancia se podía ver lo que parecía ser una especie de parada de autobuses para la carreta.

- Te deseo lo mejor – dijo Edgardo – si en algún momento, en el futuro  puedes perdonarme…
- De alguna forma lo he hecho – le interrumpí – Ambos nos hicimos daño. Espero tú me perdones algún día.

Se sintió un fuerte jaloneo y me di cuenta que la carreta se había detenido junto a unos escalones de madera.

- Me dio mucho gusto conversar contigo – me dijo.
- A mí también – correspondí.
- Creo que te están esperando.

Al volverme a la izquierda vi a Agustín esperándome a la orilla del parque, vestido de acuerdo a la moda varonil de los años veinte (si, con tirantes y corbatín), y entonces me tendió la mano como pidiéndome que descendiera y me acercara a él.

- Tu chico es adorable, Eduardo – me dijo Edgardo parafraseando esa famosa frase de la película “The way we were” donde en la escena final, Katie Morosky, interpretada magistralmente por Barbra Streisand se despide de su eterno amor imposible, Hubbell Gardiner (Robert Redford).

Sin darme cuenta cómo, descendí de la carreta y me acerqué a Agustín quien me recibió con un fuerte abrazo. Al voltear atrás, la carreta comenzaba a avanzar nuevamente y Edgardo iba en ella. Él se limitó a hacer una señal con el brazo a manera de saludo y gritar “¡suerte!”.

En la escena final del sueño. Agustín y yo caminábamos por la orilla del parque tomados de la mano, bromeando y jugando como acostumbramos hacerlo.



miércoles, 23 de enero de 2013

- La Despedida (Breve Carta a Edgardo) -


Más de 500 fotografías eliminadas, cartas y algunos detalles que narraban nuestro pasado. Gracias por la dedicación y el esfuerzo que pusiste en ellos, pero es momento de “dejarlos ir”. Es hora de que siga mi camino.
Alguien me dijo que un jarrón no podía volver a ser llenado sin antes vaciar las cosas que llevaba dentro… y es lo que yo estoy haciendo. Aquellos días “especiales” se han convertido en días cualesquiera. Los lugares a los que ya no iba nuevamente aparecen en el mapa y las calles “prohibidas” nuevamente son transitables. Ya no pienso en ti ni recuerdo cuando te envíe aquel último mensaje. Todo viejo rencor ha quedado atrás. De nuestra historia recordaré únicamente lo bueno y lo desagradable pasará al olvido… como nosotros, que somos lo que fue y fuimos lo que ya no es (como dice una canción).
No sé si verás esto en algún momento (y tampoco es el plan). Esto es simplemente parte de mi catarsis. Ya no deseo volver atrás… he aprendido que puedo volver a ser yo mismo, enamorarme y confiar en la gente. Te deseo lo mejor, lo sabes… siempre fue así.

- Agustín (Segunda Parte) -


Cuando sales de una relación que muchas veces te pasa por la mente catalogar como “tormentosa” pero sin la cual no concibes tu vida y piensas que no volverás a enamorarte, resulta sumamente sorprendente cuando vuelves a experimentar la sensación de las mariposas en el estómago por una persona que básicamente acabas de conocer.
Habían pasado algunos días de que Agustín entrara en mi vida y yo me sentía cual preparatoriano. ¿Estaba enamorándome? No lo sé. Simplemente puedo decir que incluso aquellas cosas que a Agustín no le gustaban sobre sí mismo para mí eran perfectas.
Fuimos al cine en un par de ocasiones y algunas otras nos vimos en mi casa o en la suya. A lo largo del día hablábamos por teléfono o nos enviábamos mensajes de texto. Por primera vez desde el día de mi “caída” pasaba las horas sin pensar en el hombre que me “rompió el corazón”. Mi terapeuta tenía razón, era solamente cuestión de no dejar de creer y darse otra oportunidad.
Cierto día, dos meses después del “día cero” desperté luego de haber soñado a Edgardo y para mi sorpresa no sentí absolutamente nada. No me derrumbé como tantas veces lo había hecho ni sentí la desesperación por llamarle como la había sentido en el pasado, pero sobre todo, no desee que estuviera a mi lado como solía hacerlo. Al despertar solamente podía pensar en Agustín.
Ese día había algo nuevo dentro de mí. Me sentía seguro y feliz. Ese día deseche algunas cosas que guardaba de mi antigua relación; fotos, detalles, etc. Y entonces, escribí una carta a Edgardo… una carta que hasta el día de hoy no le he enviado y no tengo planes de hacerlo.
Era obvio que había en mí un sentimiento hacia Agustín. Un sentimiento que extrañamente había crecido muy rápido y me asustaba mucho. No quería caer nuevamente. Aun así, las cosas con Agustín eran tan diferentes… nos pasábamos horas juntos sin aburrirnos, nuestras conversaciones iban desde lo ridículo hasta lo serio y personal y, como lo dije en algún otro momento: éramos tan similares en tantos aspectos que en ocasiones me daba pena reconocerlo.
Un fin de semana salí con mis amigos a tomar algunas cervezas y él fue con los suyos a la fiesta de cumpleaños de una amiga. Yo iba vestido muy cómodamente con un estilo un tanto “rockero” ya que el lugar a donde iría con mis amigos a beber proyectaba ese tipo ambiente. Bien dicen que te ves cómo te sientes; yo me sentía increíblemente bien y parecía que otras personas también lo habían notado. Esa noche recibí los halagos de algunas personas y una que otra mirada. Esa noche también, luego de erróneamente comentarle dicha situación a Agustín, recibí un par de mensajes y llamadas de él mostrándose un tanto celoso.
¿A caso él también me veía como algo más que solo amigos?

viernes, 18 de enero de 2013

- Agustín (Primera Parte) -

Y así, sin esperarlo... ocurrió lo inimaginable.                                                                                                           
Hace unas semanas conocí a un chico. Su nombre es Agustín y es compañero de escuela de Danielle, una de mis mejores amigas.
Mi amiga Danielle estudia artes en una conocida escuela de la ciudad y la primera vez que vi a Agustín fue precisamente en una presentación de baile con temática navideña donde él también participaba. Llevaba una camisa azul y unos pantalones blancos (combinación que siempre me ha gustado). En principio me pareció únicamente un chico atractivo que se paseaba de un lado a otro dentro del viejo edificio, pero ahora…
Danielle nos había invitado a ver su presentación tan solo media hora antes. Para su fortuna ni Josie, Elena o yo teníamos absolutamente nada que hacer por lo que accedimos a ir. Minutos antes de que comenzara la presentación de Danielle y Agustín, Danielle se acercó a nosotros para darme su cámara de video y pedirme filmara su “gran momento”.
Niños corriendo por todas partes, pequeños en disfraces de duende, adornos verdes, rojos, blancos y caramelos por doquier… si, nunca he sido un aficionado a la navidad ni a sus tradiciones y villancicos. De hecho, para ser honesto, mi más grande deseo durante las fiestas decembrinas es que llegue el dos de enero para que todo regrese a la normalidad. ¿Un tema para tratar con mi terapeuta? No estoy seguro. Pero por lo pronto puedo decir que estoy muy cómodo con mi “Grinch” interior. ¡Gracias por crear un personaje con el cual poder compararme, Dr. Seuss!
Pero volviendo al tema central, gran sorpresa fue la que me llevé cuando la mencionada presentación comenzó y los chicos en el escenario comenzaron a bailar. Si, debo admitir que aunque la tarea que tenía encomendada era la de grabar a Danielle, Agustin era quien tenía mi atención. ¡Qué bien lo hacía! Se notaba que le gustaba lo que hacía y debo admitir que algún efecto tienen en mí los chicos que se saben mover.
Esa tarde después de la presentación pensé en él en un par de ocasiones cuando recordaba las canciones que habían incluido en su repertorio. Cuando todo terminó y mi límite de tolerancia al estar rodeado por semejante cantidad de felicidad navideña llegó a su punto máximo recibí una llamada de mi amiga Danielle invitándonos a Josie, Elena y a mí a un convivio junto con sus compañeros de la Academia de Bellas Artes. Desafortunadamente no pudimos ir.
Un par de días después y sintiéndome de lo mejor entre otras cosas debido a que comencé a ir al gimnasio y pude sacar del mapa al “Judío Errante” me decidí y agregué a Agustín a una popular red social. ¿Para qué? ¿Me “gustaba”? No lo sé… ni siquiera lo pensé. Solo sé que el chico me dio “buena espina”.

- ¡Hola! – me envió un saludo por la ventana de “chat” de dicha red social - disculpa, ¿Quién eres?

¡Claro! Entonces pensé que aunque me haya visto con Danielle en la presentación navideña, el chico no tiene por qué recordar a todo gay que se le cruzara por enfrente. Me sentí tonto.

Soy amigo de Danielle – le dije – el que iba con ella el día de la presentación navideña.
 ¡Ah! – exclamó – sí, ya re cuerdo. ¿ibas acompañado por unas chicas verdad?
Si, ese era yo – respondí.
Y, ¿Se puede saber a qué se debe el que me agregaras a tu círculo de amigos?
Pues, no lo sé – respondí. Me sentía nervioso. ¿Por qué lo había agregado? ¿Qué buscaba? Ni siquiera estaba seguro que fuera homosexual – en veces simplemente me dejo llevar y hago cosas.
¿O sea que vas por la vida agregando a personas desconocidas? – preguntó en tono sarcástico.
¡No! para nada.
Bueno, ¿Qué me cuentas?

Y así comenzó algo que en muy pocos días se volvió una linda amistad. Esa noche seguimos conversando y lo mismo hicimos durante los días siguientes. Nada del otro mundo… hasta que comenzamos a compartir nuestras experiencias con nuestras ex parejas.
Agustín resultó ser gay y se encontraba (al igual que yo) atravesando por el duelo del reciente rompimiento de su relación más larga. Pero, esa no era la única coincidencia o similitud entre nuestras vidas. Nuestra dinámica familiar, problemas internos, pensamientos sobre la vida y el futuro e ideologías. En ocasiones ya me daba pena decirle las similitudes entre su vida y la mía por miedo a que creyera que estaba mintiéndole.
Con el paso de los días me di cuenta que el chico comenzaba a gustarme, sin embargo decidí ponerme esa “coraza” que hace mucho tiempo no utilizaba para protegerme… no volver a pasar por una desilusión. Solamente una vez en mi vida había expuesto mis emociones y no había resultado muy bien… no deseaba que me pasara nuevamente.
Agustín vive en una ciudad cercana a la mía y cada fin de semana se regresa a visitar a sus padres. Luego de un par de llamadas nocturnas, mensajes de texto, horas de conversación y una sesión de terapia con Samara me decidí a invitarlo a salir (como amigos). Para ese entonces había un muchacho de su ciudad que lo frecuentaba, sin embargo las cosas no funcionaron como Agustín esperaba y decidió que lo mejor era que no se siguieran viendo. ¡Vaya suerte la mía! Pensé.
Cierto día y siendo la tercera vez que lo veía en persona (sin contar la presentación navideña de Danielle), Agustín fue a mi casa luego de llegar de casa de sus padres. Esa noche comprendí lo mucho que me gustaba… quizá un poco más que eso (aunque me moría de miedo al admitirlo).
Nos vimos casi toda la semana siguiente hasta que un día, estando solos en mi habitación y después de ver una película él me besó.


sábado, 12 de enero de 2013

- El Reencuentro -


Yo quedé en pasar por él a su trabajo en punto de las cinco de la tarde para ir a tomar un café y realizar ese doloroso proceso de entrega de pertenencias (el cual resulto más doloroso de lo que pensaba). Habían pasado únicamente dos días del rompimiento.
Salió un poco pasada las cinco de la tarde y en cuanto lo vi aparecer ante mi vista mi corazón se aceleró a mil revoluciones por segundo. ¿Cómo reaccionará cuando me vea? ¿Romperá en llanto? ¿Me besará? ¿Me sonreirá? ¿Me amará?
Cuando por fin subió al auto lo vi tan atractivo como siempre, no, lo vi más atractivo aún. No sé si fue por los días que tenía sin verlo o por lo mucho que le extrañé pero sentí el impulso (reprimido) de besarlo, abrazarlo, tomar su mano y llorar… quise llorar ya que sentía que un aliento regresaba a mi cuerpo. Por un momento volvíamos a estar juntos. Por un momento no se había alejado. Por un momento éramos nuevamente él y yo.
- ¿Cómo estás? – me preguntó Ernesto.
Bien – respondí yo – un poquito mejor… extrañándote mucho. ¿Cómo estás tú?
Bien, ahí la llevo.

Mientras nos dirigíamos a nuestro destino no podía evitar voltear a verlo, imaginar que estábamos juntos nuevamente y sonreír.

¿Qué has hecho? – preguntó.
Prefiero esperar a llegar – le dije – tengo mucho que platicarte.
No creo que haya pasado tanto en dos días – me dijo.
Pues aunque no me creas han pasado varias cosas. Cosas que he querido contarte. Llamarte y platicarte pero no lo he hecho por respetar al máximo tu espacio y tiempo. ¿Y tú? ¿Qué tal el trabajo?
Bien. Ha estado relajado.
Me da mucho gusto – le dije.

Cuando por fin llegamos a nuestro destino, un popular lugar dónde tomar café y comer algo en un ambiente cómodo e íntimo, comenzamos nuestra conversación.
Abrí la conversación diciéndole lo mucho que lo extrañaba… lo mucho que le amaba. Le explique que en esta ocasión buscaba hacer las cosas diferentes. Que no quería llenarlo de promesas falsas y vacías. En pocas palabras, le conté sobre Samara y la terapia. Le dije que el hecho de estar tomando terapia era inicialmente por una razón personal… interna; para estar bien como persona, equilibrado, encontrarme y ser mejor para así, cuando regresáramos, porque estaba seguro (se lo dije) que regresaríamos, ser mejor novio y poderlo ayudar a vencer sus miedos en lugar de presionarlo.

Ahora entiendo tantos errores que cometí. Que cometimos – le dije – siento que he aprendido mucho.
¿En dos días? – me dijo con una sonrisa incrédula y un tono un tanto sarcástico.
- Aunque no lo creas – respondí – he aprendido mucho. Ahora entiendo porque reaccione tantas veces de una u otra manera. Ahora también entiendo porque reaccionabas tú de esas maneras tan extrañas y el porqué de tu miedo a aceptar tu homosexualidad frente a otras personas aun cuando sabemos que ellos están enterados de nuestra relación.

Se quedó en silencio.

Te amo – repetí – y aunque hago esto por mí, lo hago para comenzar de cero contigo. O dime, ¿no me amas ya?
Te tengo mucho aprecio y cariño – respondió.
¡No! – le dije – mírame a los ojos y dime que sientes por mí.
Te amo también – dijo al fin – pero en este momento no puedo estar contigo. Me siento intoxicado de esto, de la relación. Entiende – continuó – que si hago esto no es por ti, sino porque en este momento no sé quién soy.

El clásico “no eres tú… soy yo”, pensé.

¡Qué más quisiera que tener el dinero, los medios para irme a otro país o continente y encontrarme a mí mismo – continuó.
Yo te puedo ayudar – le dije – te invito a que vayas a una sesión de terapia conmigo. Mi terapeuta me dijo que podías ir y que recibiéramos una sesión de terapia juntos. Incluso puedes ir solamente como oyente si gustas…
- No – interrumpió – lo siento, pero quiero salir de esto yo solo. En un futuro, si regresamos podremos ir juntos.
Entonces no estas cerrado a que volvamos.
No. No es un “si” pero tampoco es un “no”. Te amo, eres y siempre serás el amor de mi vida y ocuparas un lugar muy especial en mi corazón pero en este momento no puedo decirte algo que me comprometa a regresar.
Dame al menos una señal de que estaremos juntos – le pedí.
No puedo. Todos los días pido a Dios que si mi destino es estar junto a ti me mande señales y junte nuestros caminos. Últimamente he escuchado mucho una canción de Belinda.

Yo sabía a qué canción se refería. A él le gustaba mucho esa chica.

En especial cierta parte de la canción.
¿Cuál? – interrogué.

Entonces, el comenzó a declamar:

Espero que no sea tarde y puedas volver a amarme.
Veras en mi un cambio radical.
En el amor hay que perdonar.
Sé que algún día tú volverás.

Por un momento me quede tranquilo. Sentí que ahí estaba la clave. Sentí que el mismo me aseguraba que regresaríamos.
Continuamos con la conversación y yo comencé a “coquetearle”. Le guiñaba el ojo y le sonreía. Le dije mil y una veces más lo guapo que se veía y cuanto lo amaba.
Cuando nos dirigimos por fin a su casa trate de hacer, en el camino, el mayor tiempo posible. Trate de tardar y dar vueltas para no tener que dejarlo. Le propuse que fuéramos a conversar a otra parte pero se negó. Intente tomarle la mano de manera sutil pero no me lo permitió. Le pedí poder llamarlo, pero me pidió que no lo hiciera por un tiempo y que tratara de limitar al máximo mis mensajes de texto o correos electrónicos. Yo por mi parte aprovechaba cada oportunidad, cada semáforo, cada señal de alto para observarlo. Después de todo no sabía cuándo volvería a verlo.

Cuando llegamos al último semáforo antes de llegar a su casa note que él me observaba.

¿Qué pasa? – pregunté.
Te amo – respondió – cuídate mucho. Échale muchas ganas a la escuela y al trabajo. Come bien, haz ejercicio y no le des preocupaciones a tu mamá. Frecuenta a amigos que por una cosa u otra has abandonado. Recupérate a ti mismo… al chico que conocí, del que me enamoré.
No estoy seguro si me estás diciendo que solo necesitas tiempo o te despides de mí. ¿No deseas regresar conmigo?
Solo el tiempo lo dirá – respondió.
¿Qué significa eso?
Que solamente el tiempo lo dirá. El tiempo es sabio – dijo.
¿Por qué tanto miedo de decirme de frente que si volveremos? Tú lo sabes.
Una vez nos dimos tiempo – respondió – y siento que, como sabíamos que después de unas semanas regresaríamos, dejamos de trabajar en nosotros mismos.
Pero esta vez no sucederá – le dije – en esta ocasión estoy haciendo las cosas bien. Tú también, ¿cierto?
¿Sabes? Creo que tú estás demasiado seguro que regresaremos cuando ni siquiera yo lo sé. Por favor, si vas a mejorar, a sanar viejas heridas hazlo por ti, para ti.
Eso hago – dije.
Solo el tiempo dirá si regresaremos – dijo.

Mi siguiente sesión de terapia giro en torno a esta conversación… a este evento. ¿Qué significaron tantas palabras? ¿Fueron mensajes indirectos o yo fui quien quiso verlos como tales? Después de todo no quiso ir al cine a ver una película romántica conmigo porque dijo que tenía miedo a regresar conmigo por impulso.

Solo cinco días después la historia sufrió un cambio radical. Quizá el ya sabia que esa era nuestra despedida.

El judío errante (Segunda Parte)


Antes de llegar a casa de mi judío le llame a mi amiga Geraldine para contarle lo que me disponía a hacer.
Geraldine es una de mis amigas más queridas de la facultad y se ha convertido en una de mis redes de apoyo más fuertes luego de mi rompimiento con Ernesto. De hecho, el rompimiento con Ernesto nos ha dado la oportunidad a Geraldine y a mí de volvernos más cercanos y puedo decir que además de verme beneficiado por su apoyo, también he visto en ella un gran cambio… un cambio interno.
Siempre ha sido una chica directa, de carácter fuerte y un tanto intolerante. La clase de personas que regularmente tienen conflictos con otras personas debido a su naturaleza. Sin embargo, últimamente me he dado cuenta de que dichas reacciones son únicamente una coraza que utiliza como protección a algunas situaciones personales.

- Voy a salir con Ernesto 2 – le dije cuando contesto el teléfono.
¿Qué? – respondió sorprendida - ¡Por Dios! ¿No es muy pronto?
No. Estoy harto de sentir lastima por mí mismo. Estoy cansado de pensar que Ernesto está saliendo con alguien más o revolcándose con otro. Necesito salir, distraerme y pasar un buen rato.
No sé si estés preparado para acostarte con otra persona – me dijo.
No estoy diciendo que me acostaré con él – respondí – No te mentiré, en un principio fue parte del plan pero ahora siento que eso no me hará sentir mejor así que simplemente me tomaré un par de cervezas con él y sostendremos una conversación que no tenga absolutamente nada que ver con Ernesto.
Tendrán sexo, lo sé.
- ¡No! Geral, entiéndeme. De hecho, tú me ayudaras a que eso no suceda.
¿Y cómo piensas que te puedo ayudar con eso?
Fácil. Si yo veo que la conversación se está desviando o presiento que la situación se está poniendo “caliente” te enviare un mensaje a tu teléfono y me llamarás diciéndome que surgió algo y que necesitas urgentemente que vaya contigo.
De acuerdo – respondió - ¿ya llegaste?
Sí, estoy estacionado frente a su apartamento.
Envíame la dirección. No vaya a ser que suceda algo y…
¿Cómo que sea un secuestrador o un violador en un disfraz de judío homosexual?
Exacto. Recuerda que caras vemos… perversiones sexuales no sabemos.

Luego de terminar la llamada con Geraldine le envié un mensaje de texto con la dirección de Ernesto 2 para (usando sus propias palabras) en caso de que sucediera algo.

Descendí del auto y luego de ver mi reflejo en la ventanilla delantera para comprobar lo bien que me miraba y me puse en marcha hacia la puerta del apartamento para ir a su encuentro.

Pasa Eduardo – me dijo al abrir la puerta.
Hola, ¿cómo estás? – respondí.

Se miraba mejor de lo que recordaba. No es muy alto, sin embargo siempre ha tenido muy buen cuerpo ya que además de asistir al gimnasio practica (y es instructor) de yoga.

Muy bien ¿tú que me cuentas? – me preguntó sonriendo – te ves muy bien, por cierto.
Gracias. Vengo de una presentación importante de la maestría y puedo decir que me fue muy bien.
¡Qué bien! – exclamó - Me da mucho gusto por ti. Me sorprende que hayas llamado… no recuerdo cuantas veces evadiste mis invitaciones a salir.
Bueno, tú sabes que estaba con alguien…
¿Eso quiere decir que ahora estás soltero? – me interrumpió para preguntar - ¿Qué sucedió? ¿Cuándo pasó?
No quiero hablar realmente de eso – le dije – y fue hace un par de meses… quizá tres meses – no tuve el valor de decirle que había sucedido tan solo un par de semanas atrás.

¿Quieres una cerveza?
Si, ¿Por qué no? – respondí.

Inmediatamente después de mi afirmación se levantó en dirección a la cocina y regresó con dos cervezas.

Otro par de cervezas, algunos chistes y una larga conversación sobre lo que esperábamos para el futuro después, me sentía un tanto mareado. No sé exactamente si fue por las cervezas que eran de una marca que no acostumbraba a beber o si era porque no tenía otra cosa en el estómago, pero así era… estaba mareado. ¿A caso había puesto algo en mi cerveza?

lunes, 7 de enero de 2013

El Billar (Segunda Parte)


Luego de unos minutos de rondar el perímetro interior del billar en busca de una mesa libre nos establecimos en una que parecía abandonada en un rincón. Rápidamente uno de los meseros se aproximo a nosotros y pregunto si deseábamos ordenar algo de beber. La verdad era que no me apetecía tomar algo en ese momento, pero luego de la insistencia del mesero accedí a beber una cerveza. “¿Algo para su novia?” dijo el mesero mientras nos miraba a mi amiga Josie y a mí con una sonrisa picara.

- Ella no es mi novia – contesté. 
- Es gay – respondió Josie al mesero. 

En ese momento el mesero abrió los ojos como si hubiera visto un fantasma. ¿Qué a caso nunca había visto un gay/bisexual? De repente sentí las profundas miradas de las amigas de Josie que ya murmuraban si la declaración respecto a mi sexualidad era verdadera. 

- No, no soy gay – negué nuevamente – y si, a mi tráigame la cerveza y a mi amiga tráigale arsénico. 

Al tomar el asunto como una broma el mesero sonrió al igual que las amigas de Josie quienes siguieron debatiendo como dividir los equipos para el juego.

- ¿Por qué dijiste lo de ser gay? – pregunté a Josie
- Era solo una broma – respondió 
- Cada vez se vuelve más real – le dije. 
- ¿Te preocupa lo que un mesero piense de ti? 
- Me preocupa lo que tus amigas piensen de mí. 
- ¿Por qué? Son mis amigas, las conozco. 
- Yo no. Y si me gusta estar con hombres o mujeres ese es asunto mío - El debate se vio inmediatamente interrumpido por una de las amigas de Josie  (la más robusta) quien al no darse cuenta que uno de los tacos del juego estaba tirado, fue a su encuentro plasmando su trasero en el suelo de un solo golpe.
- Perdóname – me dijo Josie
- Descuida, después de todo es verdad – contesté – además, por ver caer a una de tus amigas valen la pena la vergüenza y las miradas.