sábado, 12 de enero de 2013

- El Reencuentro -


Yo quedé en pasar por él a su trabajo en punto de las cinco de la tarde para ir a tomar un café y realizar ese doloroso proceso de entrega de pertenencias (el cual resulto más doloroso de lo que pensaba). Habían pasado únicamente dos días del rompimiento.
Salió un poco pasada las cinco de la tarde y en cuanto lo vi aparecer ante mi vista mi corazón se aceleró a mil revoluciones por segundo. ¿Cómo reaccionará cuando me vea? ¿Romperá en llanto? ¿Me besará? ¿Me sonreirá? ¿Me amará?
Cuando por fin subió al auto lo vi tan atractivo como siempre, no, lo vi más atractivo aún. No sé si fue por los días que tenía sin verlo o por lo mucho que le extrañé pero sentí el impulso (reprimido) de besarlo, abrazarlo, tomar su mano y llorar… quise llorar ya que sentía que un aliento regresaba a mi cuerpo. Por un momento volvíamos a estar juntos. Por un momento no se había alejado. Por un momento éramos nuevamente él y yo.
- ¿Cómo estás? – me preguntó Ernesto.
Bien – respondí yo – un poquito mejor… extrañándote mucho. ¿Cómo estás tú?
Bien, ahí la llevo.

Mientras nos dirigíamos a nuestro destino no podía evitar voltear a verlo, imaginar que estábamos juntos nuevamente y sonreír.

¿Qué has hecho? – preguntó.
Prefiero esperar a llegar – le dije – tengo mucho que platicarte.
No creo que haya pasado tanto en dos días – me dijo.
Pues aunque no me creas han pasado varias cosas. Cosas que he querido contarte. Llamarte y platicarte pero no lo he hecho por respetar al máximo tu espacio y tiempo. ¿Y tú? ¿Qué tal el trabajo?
Bien. Ha estado relajado.
Me da mucho gusto – le dije.

Cuando por fin llegamos a nuestro destino, un popular lugar dónde tomar café y comer algo en un ambiente cómodo e íntimo, comenzamos nuestra conversación.
Abrí la conversación diciéndole lo mucho que lo extrañaba… lo mucho que le amaba. Le explique que en esta ocasión buscaba hacer las cosas diferentes. Que no quería llenarlo de promesas falsas y vacías. En pocas palabras, le conté sobre Samara y la terapia. Le dije que el hecho de estar tomando terapia era inicialmente por una razón personal… interna; para estar bien como persona, equilibrado, encontrarme y ser mejor para así, cuando regresáramos, porque estaba seguro (se lo dije) que regresaríamos, ser mejor novio y poderlo ayudar a vencer sus miedos en lugar de presionarlo.

Ahora entiendo tantos errores que cometí. Que cometimos – le dije – siento que he aprendido mucho.
¿En dos días? – me dijo con una sonrisa incrédula y un tono un tanto sarcástico.
- Aunque no lo creas – respondí – he aprendido mucho. Ahora entiendo porque reaccione tantas veces de una u otra manera. Ahora también entiendo porque reaccionabas tú de esas maneras tan extrañas y el porqué de tu miedo a aceptar tu homosexualidad frente a otras personas aun cuando sabemos que ellos están enterados de nuestra relación.

Se quedó en silencio.

Te amo – repetí – y aunque hago esto por mí, lo hago para comenzar de cero contigo. O dime, ¿no me amas ya?
Te tengo mucho aprecio y cariño – respondió.
¡No! – le dije – mírame a los ojos y dime que sientes por mí.
Te amo también – dijo al fin – pero en este momento no puedo estar contigo. Me siento intoxicado de esto, de la relación. Entiende – continuó – que si hago esto no es por ti, sino porque en este momento no sé quién soy.

El clásico “no eres tú… soy yo”, pensé.

¡Qué más quisiera que tener el dinero, los medios para irme a otro país o continente y encontrarme a mí mismo – continuó.
Yo te puedo ayudar – le dije – te invito a que vayas a una sesión de terapia conmigo. Mi terapeuta me dijo que podías ir y que recibiéramos una sesión de terapia juntos. Incluso puedes ir solamente como oyente si gustas…
- No – interrumpió – lo siento, pero quiero salir de esto yo solo. En un futuro, si regresamos podremos ir juntos.
Entonces no estas cerrado a que volvamos.
No. No es un “si” pero tampoco es un “no”. Te amo, eres y siempre serás el amor de mi vida y ocuparas un lugar muy especial en mi corazón pero en este momento no puedo decirte algo que me comprometa a regresar.
Dame al menos una señal de que estaremos juntos – le pedí.
No puedo. Todos los días pido a Dios que si mi destino es estar junto a ti me mande señales y junte nuestros caminos. Últimamente he escuchado mucho una canción de Belinda.

Yo sabía a qué canción se refería. A él le gustaba mucho esa chica.

En especial cierta parte de la canción.
¿Cuál? – interrogué.

Entonces, el comenzó a declamar:

Espero que no sea tarde y puedas volver a amarme.
Veras en mi un cambio radical.
En el amor hay que perdonar.
Sé que algún día tú volverás.

Por un momento me quede tranquilo. Sentí que ahí estaba la clave. Sentí que el mismo me aseguraba que regresaríamos.
Continuamos con la conversación y yo comencé a “coquetearle”. Le guiñaba el ojo y le sonreía. Le dije mil y una veces más lo guapo que se veía y cuanto lo amaba.
Cuando nos dirigimos por fin a su casa trate de hacer, en el camino, el mayor tiempo posible. Trate de tardar y dar vueltas para no tener que dejarlo. Le propuse que fuéramos a conversar a otra parte pero se negó. Intente tomarle la mano de manera sutil pero no me lo permitió. Le pedí poder llamarlo, pero me pidió que no lo hiciera por un tiempo y que tratara de limitar al máximo mis mensajes de texto o correos electrónicos. Yo por mi parte aprovechaba cada oportunidad, cada semáforo, cada señal de alto para observarlo. Después de todo no sabía cuándo volvería a verlo.

Cuando llegamos al último semáforo antes de llegar a su casa note que él me observaba.

¿Qué pasa? – pregunté.
Te amo – respondió – cuídate mucho. Échale muchas ganas a la escuela y al trabajo. Come bien, haz ejercicio y no le des preocupaciones a tu mamá. Frecuenta a amigos que por una cosa u otra has abandonado. Recupérate a ti mismo… al chico que conocí, del que me enamoré.
No estoy seguro si me estás diciendo que solo necesitas tiempo o te despides de mí. ¿No deseas regresar conmigo?
Solo el tiempo lo dirá – respondió.
¿Qué significa eso?
Que solamente el tiempo lo dirá. El tiempo es sabio – dijo.
¿Por qué tanto miedo de decirme de frente que si volveremos? Tú lo sabes.
Una vez nos dimos tiempo – respondió – y siento que, como sabíamos que después de unas semanas regresaríamos, dejamos de trabajar en nosotros mismos.
Pero esta vez no sucederá – le dije – en esta ocasión estoy haciendo las cosas bien. Tú también, ¿cierto?
¿Sabes? Creo que tú estás demasiado seguro que regresaremos cuando ni siquiera yo lo sé. Por favor, si vas a mejorar, a sanar viejas heridas hazlo por ti, para ti.
Eso hago – dije.
Solo el tiempo dirá si regresaremos – dijo.

Mi siguiente sesión de terapia giro en torno a esta conversación… a este evento. ¿Qué significaron tantas palabras? ¿Fueron mensajes indirectos o yo fui quien quiso verlos como tales? Después de todo no quiso ir al cine a ver una película romántica conmigo porque dijo que tenía miedo a regresar conmigo por impulso.

Solo cinco días después la historia sufrió un cambio radical. Quizá el ya sabia que esa era nuestra despedida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario