sábado, 5 de enero de 2013

- El judío errante (Primera Parte)


Cuando salimos de una relación de la manera en la cual salí de mi relación con Ernesto quedamos vulnerables. La confianza que teníamos en nosotros mismos queda hecha polvo como nuestro ego y nuestra vanidad… aunque algunas veces tenemos nuestros momentos. Esos momentos donde nos sentimos llenos de una nueva vitalidad y lo suficientemente poderosos para bañarnos, vestirnos con nuestras mejores prendas, salir y decir: ¡Estoy cuerísimo y soy soltero!

Eso me sucedió durante mi tercera semana de soltería luego de días de encierro, ayuno, lágrimas y ocho kilogramos perdidos. ¿Qué estaba pensando al llorar por un sujeto que no se tocó el corazón para terminarme de esa manera tan cobarde y tratarme de la manera en que lo hizo?

-  Sí, estoy con alguien más. ¿No leíste el email? – recordé las palabras de Ernesto – Y por si te interesa saberlo… si, ya me acosté con él.

Las palabras de mi ex pareja aun causaban estragos en mi mente, corazón y de alguna manera en mi estómago. Ya saben, cuando recuerdan algo y sienten que podrían devolver incluso la comida que aún no ingieren.

Como estudiante de posgrado tenía que entregar esa misma tarde un proyecto final para cierta materia. ¿Estaba preparado? ¡Claro que sí! había trabajado durante meses en ese proyecto y nada ni nadie (ni siquiera el recuerdo de Ernesto) me iban a impedir el brillar frente a los jueces, así que elegantemente como iba vestido tome mi computadora portátil y me dirigí a mi centro de estudios.

Tres horas más tarde salía coronado como el rotundo vencedor… bueno, realmente no había sido un concurso dado que era simplemente una exposición de proyectos de negocios, sin embargo los halagos de los jueces, maestros y compañeros me habían hecho sentir que en ese mismo momento era capaz de conquistar el mundo.

Intoxicado con los halagos, el sentimiento de grandeza y lo genial que me veía en ese atuendo llamé a un viejo conocido: Ernesto 2. Ernesto 2 es un hombre cinco años mayor a mí. Un judío homosexual muy atractivo, con un cuerpo fenomenal, una cultura envidiable, un trabajo estupendo y… bueno, aparentemente parecía que su único defecto era llamarse de la misma forma que el hombre que me rompió el corazón. Ernesto 2 trató de seducirme seis meses antes durante una entrevista de trabajo en la empresa donde labora y yo, al estar en una relación “seria” y la cual consideraba "firme" decidí que lo mejor era evitarlo.

¿Cuál era mi intención con la llamada? Me sentía seductor, liberado, poderoso. Quería salir con él, beber un poco de alcohol y quizá tener relaciones sexuales.

-       ¡Eduardo! – me contestó – es un placer saber de ti.
-       Hola – respondí – acabo de salir de una presentación de posgrado y me preguntaba si estabas libre para ir a tomar algo juntos.
-       ¿Por qué no pasas por mí en media hora? – me invitó – vayamos a tomar un par de cervezas y conversemos.

Luego de terminar la breve llamada, puse en el reproductor de discos compactos de mi automóvil mi disco favorito de éxitos de los ochentas y al ritmo de “Hit me with your best shot” me dirigí a toda velocidad rumbo a casa de mi judío gay.

No hay comentarios:

Publicar un comentario