viernes, 18 de enero de 2013

- Agustín (Primera Parte) -

Y así, sin esperarlo... ocurrió lo inimaginable.                                                                                                           
Hace unas semanas conocí a un chico. Su nombre es Agustín y es compañero de escuela de Danielle, una de mis mejores amigas.
Mi amiga Danielle estudia artes en una conocida escuela de la ciudad y la primera vez que vi a Agustín fue precisamente en una presentación de baile con temática navideña donde él también participaba. Llevaba una camisa azul y unos pantalones blancos (combinación que siempre me ha gustado). En principio me pareció únicamente un chico atractivo que se paseaba de un lado a otro dentro del viejo edificio, pero ahora…
Danielle nos había invitado a ver su presentación tan solo media hora antes. Para su fortuna ni Josie, Elena o yo teníamos absolutamente nada que hacer por lo que accedimos a ir. Minutos antes de que comenzara la presentación de Danielle y Agustín, Danielle se acercó a nosotros para darme su cámara de video y pedirme filmara su “gran momento”.
Niños corriendo por todas partes, pequeños en disfraces de duende, adornos verdes, rojos, blancos y caramelos por doquier… si, nunca he sido un aficionado a la navidad ni a sus tradiciones y villancicos. De hecho, para ser honesto, mi más grande deseo durante las fiestas decembrinas es que llegue el dos de enero para que todo regrese a la normalidad. ¿Un tema para tratar con mi terapeuta? No estoy seguro. Pero por lo pronto puedo decir que estoy muy cómodo con mi “Grinch” interior. ¡Gracias por crear un personaje con el cual poder compararme, Dr. Seuss!
Pero volviendo al tema central, gran sorpresa fue la que me llevé cuando la mencionada presentación comenzó y los chicos en el escenario comenzaron a bailar. Si, debo admitir que aunque la tarea que tenía encomendada era la de grabar a Danielle, Agustin era quien tenía mi atención. ¡Qué bien lo hacía! Se notaba que le gustaba lo que hacía y debo admitir que algún efecto tienen en mí los chicos que se saben mover.
Esa tarde después de la presentación pensé en él en un par de ocasiones cuando recordaba las canciones que habían incluido en su repertorio. Cuando todo terminó y mi límite de tolerancia al estar rodeado por semejante cantidad de felicidad navideña llegó a su punto máximo recibí una llamada de mi amiga Danielle invitándonos a Josie, Elena y a mí a un convivio junto con sus compañeros de la Academia de Bellas Artes. Desafortunadamente no pudimos ir.
Un par de días después y sintiéndome de lo mejor entre otras cosas debido a que comencé a ir al gimnasio y pude sacar del mapa al “Judío Errante” me decidí y agregué a Agustín a una popular red social. ¿Para qué? ¿Me “gustaba”? No lo sé… ni siquiera lo pensé. Solo sé que el chico me dio “buena espina”.

- ¡Hola! – me envió un saludo por la ventana de “chat” de dicha red social - disculpa, ¿Quién eres?

¡Claro! Entonces pensé que aunque me haya visto con Danielle en la presentación navideña, el chico no tiene por qué recordar a todo gay que se le cruzara por enfrente. Me sentí tonto.

Soy amigo de Danielle – le dije – el que iba con ella el día de la presentación navideña.
 ¡Ah! – exclamó – sí, ya re cuerdo. ¿ibas acompañado por unas chicas verdad?
Si, ese era yo – respondí.
Y, ¿Se puede saber a qué se debe el que me agregaras a tu círculo de amigos?
Pues, no lo sé – respondí. Me sentía nervioso. ¿Por qué lo había agregado? ¿Qué buscaba? Ni siquiera estaba seguro que fuera homosexual – en veces simplemente me dejo llevar y hago cosas.
¿O sea que vas por la vida agregando a personas desconocidas? – preguntó en tono sarcástico.
¡No! para nada.
Bueno, ¿Qué me cuentas?

Y así comenzó algo que en muy pocos días se volvió una linda amistad. Esa noche seguimos conversando y lo mismo hicimos durante los días siguientes. Nada del otro mundo… hasta que comenzamos a compartir nuestras experiencias con nuestras ex parejas.
Agustín resultó ser gay y se encontraba (al igual que yo) atravesando por el duelo del reciente rompimiento de su relación más larga. Pero, esa no era la única coincidencia o similitud entre nuestras vidas. Nuestra dinámica familiar, problemas internos, pensamientos sobre la vida y el futuro e ideologías. En ocasiones ya me daba pena decirle las similitudes entre su vida y la mía por miedo a que creyera que estaba mintiéndole.
Con el paso de los días me di cuenta que el chico comenzaba a gustarme, sin embargo decidí ponerme esa “coraza” que hace mucho tiempo no utilizaba para protegerme… no volver a pasar por una desilusión. Solamente una vez en mi vida había expuesto mis emociones y no había resultado muy bien… no deseaba que me pasara nuevamente.
Agustín vive en una ciudad cercana a la mía y cada fin de semana se regresa a visitar a sus padres. Luego de un par de llamadas nocturnas, mensajes de texto, horas de conversación y una sesión de terapia con Samara me decidí a invitarlo a salir (como amigos). Para ese entonces había un muchacho de su ciudad que lo frecuentaba, sin embargo las cosas no funcionaron como Agustín esperaba y decidió que lo mejor era que no se siguieran viendo. ¡Vaya suerte la mía! Pensé.
Cierto día y siendo la tercera vez que lo veía en persona (sin contar la presentación navideña de Danielle), Agustín fue a mi casa luego de llegar de casa de sus padres. Esa noche comprendí lo mucho que me gustaba… quizá un poco más que eso (aunque me moría de miedo al admitirlo).
Nos vimos casi toda la semana siguiente hasta que un día, estando solos en mi habitación y después de ver una película él me besó.


2 comentarios: