Hace unas semanas conocí a un
chico. Su nombre es Agustín y es compañero de escuela de Danielle, una de mis
mejores amigas.
Mi amiga Danielle estudia artes
en una conocida escuela de la ciudad y la primera vez que vi a Agustín fue precisamente
en una presentación de baile con temática navideña donde él también participaba.
Llevaba una camisa azul y unos pantalones blancos (combinación que siempre me
ha gustado). En principio me pareció únicamente un chico atractivo que se
paseaba de un lado a otro dentro del viejo edificio, pero ahora…
Danielle nos había invitado a ver
su presentación tan solo media hora antes. Para su fortuna ni Josie, Elena o yo
teníamos absolutamente nada que hacer por lo que accedimos a ir. Minutos antes
de que comenzara la presentación de Danielle y Agustín, Danielle se acercó a
nosotros para darme su cámara de video y pedirme filmara su “gran momento”.
Niños corriendo por todas partes,
pequeños en disfraces de duende, adornos verdes, rojos, blancos y caramelos por
doquier… si, nunca he sido un aficionado a la navidad ni a sus tradiciones y
villancicos. De hecho, para ser honesto, mi más grande deseo durante las
fiestas decembrinas es que llegue el dos de enero para que todo regrese a la
normalidad. ¿Un
tema para tratar con mi terapeuta? No estoy seguro. Pero por lo pronto puedo
decir que estoy muy cómodo con mi “Grinch” interior. ¡Gracias por crear un personaje
con el cual poder compararme, Dr. Seuss!
Pero volviendo al tema central, gran
sorpresa fue la que me llevé cuando la mencionada presentación comenzó y los
chicos en el escenario comenzaron a bailar. Si, debo admitir que aunque la
tarea que tenía encomendada era la de grabar a Danielle, Agustin era quien
tenía mi atención. ¡Qué bien lo hacía! Se notaba que le gustaba lo que hacía y
debo admitir que algún efecto tienen en mí los chicos que se saben mover.
Esa tarde después de la
presentación pensé en él en un par de ocasiones cuando recordaba las canciones
que habían incluido en su repertorio. Cuando todo terminó y mi límite de
tolerancia al estar rodeado por semejante cantidad de felicidad navideña llegó
a su punto máximo recibí una llamada de mi amiga Danielle invitándonos a Josie,
Elena y a mí a un convivio junto con sus compañeros de la Academia de Bellas
Artes. Desafortunadamente no pudimos ir.
Un par de días después y
sintiéndome de lo mejor entre otras cosas debido a que comencé a ir al gimnasio
y pude sacar del mapa al “Judío Errante” me decidí y agregué a Agustín a una
popular red social. ¿Para qué? ¿Me “gustaba”? No lo sé… ni siquiera lo
pensé. Solo sé que el chico me dio “buena espina”.
- ¡Hola! – me envió un saludo por la
ventana de “chat” de dicha red social - disculpa, ¿Quién eres?
¡Claro! Entonces pensé que
aunque me haya visto con Danielle en la presentación navideña, el chico no
tiene por qué recordar a todo gay que se le cruzara por enfrente. Me sentí
tonto.
- Soy amigo de Danielle – le dije – el que iba con
ella el día de la presentación navideña.
- ¡Ah! – exclamó – sí, ya re cuerdo. ¿ibas
acompañado por unas chicas verdad?
- Si, ese era yo – respondí.
- Y, ¿Se puede saber a qué se debe el que me
agregaras a tu círculo de amigos?
- Pues, no lo sé – respondí. Me sentía nervioso. ¿Por
qué lo había agregado? ¿Qué buscaba? Ni siquiera estaba seguro que fuera
homosexual – en veces simplemente me dejo llevar y hago cosas.
- ¿O sea que vas por la vida agregando a
personas desconocidas? – preguntó en tono sarcástico.
- ¡No! para nada.
- Bueno, ¿Qué me cuentas?
Y así comenzó algo que en muy
pocos días se volvió una linda amistad. Esa noche seguimos conversando y lo mismo
hicimos durante los días siguientes. Nada del otro mundo… hasta que comenzamos
a compartir nuestras experiencias con nuestras ex parejas.
Agustín resultó ser gay y se
encontraba (al igual que yo) atravesando por el duelo del reciente rompimiento
de su relación más larga. Pero, esa no era la única coincidencia o similitud
entre nuestras vidas. Nuestra dinámica familiar, problemas internos,
pensamientos sobre la vida y el futuro e ideologías. En ocasiones ya me daba
pena decirle las similitudes entre su vida y la mía por miedo a que creyera que
estaba mintiéndole.
Con el paso de los días me di cuenta
que el chico comenzaba a gustarme, sin embargo decidí ponerme esa “coraza” que
hace mucho tiempo no utilizaba para protegerme… no volver a pasar por una desilusión.
Solamente una vez en mi vida había expuesto mis emociones y no había resultado
muy bien… no deseaba que me pasara nuevamente.
Agustín vive en una ciudad cercana a
la mía y cada fin de semana se regresa a visitar a sus padres. Luego de un par
de llamadas nocturnas, mensajes de texto, horas de conversación y una sesión de
terapia con Samara me decidí a invitarlo a salir (como amigos). Para ese
entonces había un muchacho de su ciudad que lo frecuentaba, sin embargo las
cosas no funcionaron como Agustín esperaba y decidió que lo mejor era que no se
siguieran viendo. ¡Vaya suerte la mía! Pensé.
Cierto día y siendo la tercera vez
que lo veía en persona (sin contar la presentación navideña de Danielle),
Agustín fue a mi casa luego de llegar de casa de sus padres. Esa noche
comprendí lo mucho que me gustaba… quizá un poco más que eso (aunque me moría
de miedo al admitirlo).
Nos vimos casi toda la semana
siguiente hasta que un día, estando solos en mi habitación y después de ver una
película él me besó.
Creo que conosco a este agustin :)
ResponderEliminarPuede que si. Quizá cuando suba la segunda parte te des cuenta si es o no :)
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