Cuando sales de una relación que muchas veces te pasa por la mente catalogar como “tormentosa” pero sin la cual no concibes tu vida y piensas que no volverás a enamorarte, resulta sumamente sorprendente cuando vuelves a experimentar la sensación de las mariposas en el estómago por una persona que básicamente acabas de conocer.
Habían pasado algunos días de que Agustín entrara en mi vida y yo me sentía cual preparatoriano. ¿Estaba enamorándome? No lo sé. Simplemente puedo decir que incluso aquellas cosas que a Agustín no le gustaban sobre sí mismo para mí eran perfectas.
Habían pasado algunos días de que Agustín entrara en mi vida y yo me sentía cual preparatoriano. ¿Estaba enamorándome? No lo sé. Simplemente puedo decir que incluso aquellas cosas que a Agustín no le gustaban sobre sí mismo para mí eran perfectas.
Fuimos al cine en un par de
ocasiones y algunas otras nos vimos en mi casa o en la suya. A lo largo del día
hablábamos por teléfono o nos enviábamos mensajes de texto. Por primera vez
desde el día de mi “caída” pasaba las horas sin pensar en el hombre que me “rompió
el corazón”. Mi terapeuta tenía razón, era solamente cuestión de no dejar de
creer y darse otra oportunidad.
Cierto día, dos meses después del
“día cero” desperté luego de haber soñado a Edgardo y para mi sorpresa no sentí
absolutamente nada. No me derrumbé como tantas veces lo había hecho ni sentí la
desesperación por llamarle como la había sentido en el pasado, pero sobre todo,
no desee que estuviera a mi lado como solía hacerlo. Al despertar solamente podía
pensar en Agustín.
Ese día había algo nuevo dentro de
mí. Me sentía seguro y feliz. Ese día deseche algunas cosas que guardaba de mi
antigua relación; fotos, detalles, etc. Y entonces, escribí una carta a Edgardo…
una carta que hasta el día de hoy no le he enviado y no tengo planes de
hacerlo.
Era obvio que había en mí un
sentimiento hacia Agustín. Un sentimiento que extrañamente había crecido muy rápido
y me asustaba mucho. No quería caer nuevamente. Aun así, las cosas con Agustín
eran tan diferentes… nos pasábamos horas juntos sin aburrirnos, nuestras
conversaciones iban desde lo ridículo hasta lo serio y personal y, como lo dije
en algún otro momento: éramos tan similares en tantos aspectos que en ocasiones
me daba pena reconocerlo.
Un fin de semana salí con mis
amigos a tomar algunas cervezas y él fue con los suyos a la fiesta de cumpleaños
de una amiga. Yo iba vestido muy cómodamente con un estilo un tanto “rockero”
ya que el lugar a donde iría con mis amigos a beber proyectaba ese tipo
ambiente. Bien dicen que te ves cómo te sientes; yo me sentía increíblemente bien
y parecía que otras personas también lo habían notado. Esa noche recibí los halagos
de algunas personas y una que otra mirada. Esa noche también, luego de erróneamente
comentarle dicha situación a Agustín, recibí un par de mensajes y llamadas de
él mostrándose un tanto celoso.
¿A caso él también me veía como
algo más que solo amigos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario